Reunión con Mamá
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Una de las tantas reuniones de las que fui bendecido |
¿Por qué?
Siempre que mi mamá llora, yo automáticamente lloro. Recuerdo la primera vez que la vi llorar, en un momento en que el mundo se sentía más pesado y las palabras parecían no ser suficientes. No he convivido mucho con mamá y papá en sincronía; fue mamá quien tomó la delantera cuando cada uno decidió tomar caminos separados. Hoy por hoy el tiempo se encargó de reparar de cierta forma ese proceso.
"Estoy bien, estoy bien"
El valor que le tengo a mi mamá es inmenso. Si estamos bien, nos lo decimos en nuestras conversaciones, con una firmeza que a veces se desmorona entre suspiros. Y cuando sé que las cosas no están bien, recurro a lo mejor de mí, siempre con el objetivo de devolver un poco del inmenso apoyo que ella me ha brindado durante años, así cueste lo que cueste.
La mesa separada
La primera vez que me separé de mi mamá fue difícil. No entendía el porqué, o tal vez sí, pero simplemente pasó. Esa fue la primera distancia. La segunda vino cuando ella decidió emprender su propio viaje para crecer, como quien busca nuevos insumos para su vida y explorando nuevas recetas. Pero ninguna de esas distancias rompió nuestro vínculo; seguimos cocinando juntos a la distancia, cada uno en su propia mesa.
"Estoy bien, estoy bien"
Eso repito ahora yo, en nuestras charlas. Y cuando me siento perdido, mamá brinda el soporte, lista para agregar su sabiduría y una buena dosis de cariño. Es un bucle eterno, como un gesto familiar que se hereda una y otra vez, siempre presente mientras la vida nos lo permita.
Gracias mamá, por más reuniones en la cocina.