Lo que un crepé da, otro lo quita
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El símbolo de lo que fue, hoy adoptado en un albergue. |
La conexión después de mi cuarentena
Hace un mes se cerró un capítulo importante en mi vida emocional. Como muchas historias, esta traía promesas de nuevas experiencias. Un simple crepé, dulce y perfecto en su momento, nos unió. Al principio, todo fue increíble. Nos reímos, exploramos nuevos lugares, y me dejé llevar por ese “llego” que él decía tan seguido. Cada encuentro se sentía como un respiro fresco después de tanto encierro y aislamiento.
El enamoramiento llegó, con el paso de los días, me di cuenta de que este vínculo me estaba llevando a lugares y aspectos que jamás pensé conocer. Los viajes que hicimos juntos fueron un escape de la rutina, momentos donde creí que todo iba bien. Entre festivales, escapadas y tantas otras actividades con su familia, parecía que estábamos construyendo algo sólido. Pero a veces, cuando todo se construye demasiado rápido, los cimientos pueden tambalearse.
La ruptura que se quemó en la sartén
La decepción no fue repentina; llegó en pequeñas dosis que al principio, decidí ignorar. La confianza resultó ser más frágil de lo que imaginaba. Entre las alertas, un mensaje inesperado mencionando una aplicación de citas que nunca había visto en su teléfono y una actividad que no cuadraba con lo que me contaba. Poco a poco, la verdad se hizo evidente: la confianza se quemó en la sartén.
La ruptura no fue una sorpresa para mí; en realidad, ambos ya habíamos perdido el entusiasmo de hacer planes juntos. Estábamos en piloto automático, cumpliendo con una rutina que no nos llevaba a ningún lado. Aunque él dio el paso final, terminar fue doloroso. No solo fue un adiós a la relación, sino a todos los futuros que pude desear. Me costaba perdonar lo que había pasado; era irreversible. Nunca estuve seguro de presentarle a mis padres ni de invitarlo a mi graduación, y eso solo confirmó que había una distancia entre nosotros por sobre cualquier cosa que deseaba.
2a 5m 15d
Un mes después, sigo procesando todo. He aprendido que está bien ser vulnerable, me he permitido sentir, sanar y abrirme a nuevas posibilidades sin sentir que debo controlar cada detalle de mi vida.
La vida está hecha para que sea cada vez más difícil antes de que todo se vuelva fácil, y lo que sucede, conviene. Es el 2024 invitándome a cambiar de utensilios, porque cuando se usa lo mismo por demasiado tiempo, inevitablemente se desgasta.